domingo, 20 de diciembre de 2009

Palabras en la presentación de Carlos Leonardo Cabrera acerca de El preferido

En la ceremonia de la lectura hay un momento que tiene mucho de magia, de sensaciones encontradas, de esperanzas y hasta de desazón. Es cuando llegamos al capítulo final del relato, a su desenlace, al final de la historia que nos envolvió durante horas o días.
Quizás cerremos el libro con una sonrisa, con una o más lágrimas o con decepción.
Ahora bien, puede suceder que nos encontremos con una sorpresa, por ejemplo si en el antepenúltimo capítulo el narrador, escuetamente nos anuncia:
Puedo contar muchos finales.
Bueno, entonces uno se prepara para leerlos; espera capítulos con títulos como Final 1, 2, 3…pero resulta que NO, el capítulo siguiente se llama
El final
y nos encontramos en él con una sola y definitiva frase:
Cuando llegue mi final ¿cómo lo voy a contar?
Y la página siguiente está en blanco.
Y la otra también.
Terminó, no hay más libro. El narrador enmudeció, desapareció, nos abandonó…
¿Sería éste un caso de decepción, de frustración por parte del lector?

Macedonio Fernández, a propósito del lector que lee buscando la solución final, dice que ese lector busca lo que el arte no debe dar, solamente el que no busca una solución final es el lector artista.

Y de eso necesita esta novela que hoy presentamos: de un lector artista.

El no-final del que hablamos es nada más que otro golpe de entre tantos que la novelas nos deparó, para contarnos una historia, precisamente a puro golpe.
El lector artista deberá trabajar para continuar la historia o concluirla a partir de los ingredientes que le proporciona el autor.

Aclaremos ante todo que esta novela trata de una historia de vida, pero contada en clave de DESMESURA, y provocadora de una LECTURA DE IRRITACIÓN, como diría el mismo Macedonio, porque habrá irritado al lector por sus promesas no siempre cumplidas, por sus incompatibilidades, sus inconclusiones, pero que producirá un interesamiento en el ánimo del lector, que no provocará “el reflejo de evasión a su lectura”, sino que lo dejará aliado a su destino, en nuestro caso al destino del protagonista.
Hablamos de la desmesura como otra clave de la narración: hay desmesura en el lenguaje, en los hechos, en los personajes, en la historia misma, y quizás esto colabore en la producción de esa irritación: nada es como es, a veces no sabemos tan siquiera si es, y también suele ser más y distinto:
– el pecho de un hombre puede ser una pista de aterrizaje,
– los cuerpos son cuerpazos,
– una mujer es tres,
– otra mujer es coja, luego deja de serlo y más tarde vuelve a serlo pero de la otra pierna, sin mediar mala praxis alguna
– los tipos son cachos de tipo,
– los lomos son enormes,
– el amor tiene cara de nena
– el que es alto es no solo alto es alto e intenso,
– una ciudad no solo es hermosa, es conmovedora,
– un llanto puede desbordar un recinto inmenso,
– un hombre puede ser un Sol (así con mayúsculas) o nada más que una papa.
Y no es que se trate de ciencia ficción.

Es además la historia de una búsqueda, ¿búsqueda de una verdad? ¿Búsqueda de la revelación de un secreto? ¿Búsqueda de un modo de vida ideal?
Y AHÍ ESTÁ EL PUNTO CLAVE DE LA CUESTIÓN:
debés ser vos lector el que ELIJA, el que decida,
debés convertirte en
EL LECTOR ARTISTA,
Eso sí, no te asustes, si de repente, te das cuenta que el protagonista al final, terminás siendo vos mismo. Es una posibilidad, entre tantas.

El autor eligió que el ritmo de esta historia fuese marcado por los 4 movimientos de la tercera sinfonía de Beethoven, la llamada Heroica. El minuto final de esa obra maestra es un estallido de música, de creatividad y de fuerza vital, a toda orquesta, el héroe para Beethoven es el Hombre en su absoluta totalidad y en la plenitud de su fuerza
que tu final, lector de esta novela sea, A TODA VIDA.

Con ganas, emoción, cariño y sobre todo alegría: les presento la novela
El preferido de Edgar De Santo.
Vívanla.
Carlos Leonardo Cabrera
18 de diciembre de 2009

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